jueves, 28 de julio de 2016

"Hay muchas formas de volar, pero no todas son buenas..."

La risa de una niña la despertó. Había perdido la noción del tiempo, llevaba demasiado tiempo durmiendo. Se puso unas zapatillas y lentamente se acercó hacia el lugar de donde creía que provenía la risa. Estaba asustada, aunque el miedo era un estado permanente en ella desde hacia tiempo y se había acostumbrado a ello.

De repente la vio por la ventana. Estaba en su jardín columpiándose. Vestía ropa muy oscura para tener unos diez años, por eso sus largas trenzas pelirrojas y sus pecas distribuidas por su rostro destacaban en el conjunto. Lo más curioso es que no dejaba de sonreír a pesar de ser de noche y estar perdida en una casa ajena.

Abrió la puerta para poder preguntarle que hacía allí, pero ella pareció asustarse al verla y dejó de columpiarse. Se acercó aún más a ella, y por suerte no salió corriendo. Tenía los ojos de un color azul apagado, casi idénticos a los suyos.

-Hola pequeña, ¿te has perdido?

Pero la niña se limitó a mirarla fijamente, como si de un examen se tratara y la cogió la mano. Le preguntó su nombre, pero su respuesta la sorprendió:

-Deberías conocer mi nombre. A no ser que te hayas olvidado de mí.

Durante unos segundos se quedó en blanco y sin entender cómo, estaba caminando de la mano junto a esa extraña niña que había aparecido en su casa.

Caminaron todo recto unos minutos y la invitó a entrar en una casa muy similar a la suya. Pero no podía ser la suya, caminando la habían dejado atrás, o eso le decía la parte lógica de su cerebro. Aunque a estas alturas, lo que estaba pasando era tan ilógico que no podía fiarse de lo que su cerebro había deducido.
La niña abrió la puerta, y como si de una ilusión se tratase, otra niña, idéntica a la que aún le agarraba la mano, apareció correteando por las escaleras. Bajó a toda prisa ignorándolas por completo, y corrió a abrazar al que parecía su padre.

-¡Papá! He decidido que quiero ser piloto como tú.

-Cariño, aún eres pequeña para saber que quieres ser de mayor. Hoy quieres ser piloto y mañana qerrás ser cantante como mamá.

-Pero yo quiero volar.

-Hay muchas formas de volar, pero no todas son buenas.

-Seré mejor piloto que tú y estarás orgulloso de mí.

No podía creer lo que acababa de ver. Era ella con diez años. Tenía pocos recuerdos de esa época, pero esa conversación le había abierto los ojos. Llevaba tantos años tiñéndose el pelo de negro que no recordaba que originalmente era pelirrojo, como el de su padre, y que su madre se lo recogía a diario en dos grandes trenzas. Hacía todo lo posible por borrar con maquillaje las pecas de su rostro, pero sabía que ahí estaban, y sabía que el amor por la ropa oscura llevaba toda la vida junto a ella. Pero la niña sonreía y ella no.

La imagen de su yo de diez años junto a su padre desapareció, y en su lugar habló la niña que la había guiado hasta allí.

-Sé que ahora te haces llamar Gabi, pero te llamas Gabrielle, como mamá. No sé lo que pasó después del día que acabamos de ver juntas, pero yo no quiero convertirme en ti. Estás perdida. No eres como soñaba que sería en el futuro y no quiero acabar como tú. Me has decepcionado Gabrielle.

Mientras la pequeña Gabrielle hablaba , se iba alejando. Y ella corría para poder preguntarle, pero todo a su alrededor se volvió oscuro y despertó. Todo lo había soñado. Pero gracias a ese sueño tan perturbador, había recordado una frase que le dijo su padre antes de morir: "Hay muchas formas de volar, pero no todas son buenas". Se levantó todo lo rápido que su cuerpo le permitía, se recogió el pelo en dos trenzas y salió a la calle sin maquillarse.

-Hola Gabi.

-Llámame Gabrielle a partir de ahora.

-Estás jodidamente rara nena, y quítate esas trenzas. Pareces una cría. Anda, tómate tu dosis. Lo mismo el mono te está afectando a la cabeza.

-Rubén paso de esta mierda. He tenido un sueño muy raro, pero me ha cambiado. Voy a dejar esa mierda, me hace volar pero no como soñaba. Quiero ser piloto.

-¿Qué coño dices tía? Estás fatal, se te ha ido la olla. ¿Piloto? ¿En serio?

-Sí tío, quiero volar, es lo que soñaba de niña.

-Lárgate de aquí antes de que te oiga el resto. Estás loca.

-Lo sé, pero varias personas van a estar orgullosas de mí.

Siguió andando ignorando la opiniones de Rubén. Algo en ella estaba cambiando, y había sido gracias a ella misma. Empezó a sonreír como llevaba años sin hacer, y en la puerta de la academia de pilotos creyó ver por última vez a la niña pelirroja de trenzas sonriendo orgullosa.

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